Lucía (3)

27.03.2021

Perlita se convirtió en el ama de llaves e iba incluso con nosotros cuando salíamos, Lucía se convirtió en concertista y docente, hace poco la filarmónica de Londres la invitó para un concierto y nosotros lo celebramos en La Xunca, el rancho que mi abuelo compró cuando joven y mi padre revivió cuando pudo. Recordé cuándo jugaba entre los limoneros con Lucía y después de la comida seguí a Lucía que iba por un poco de helado a la cocina mientras Carlos soltaba una soez risotada; no percibí la presencia de Perlita que estaba sentada comiendo sola, yo sólo veía a Lucía, la abracé muy fuerte durante varios minutos, luego le dije que la amaba, la miré a los ojos y Carlos volvió con la carcajada, ella me soltó y se fue de la cocina. Al paso de la tarde, el vino se iba terminando y mi mirada no soltaba a Lucía. Perlita estuvo toda la noche llenando las copas de vino y al percatarse de mi estado ermitaño, me dijo. Joven Perico (hablaba mucho de niño) ya no hay vino, ¿me acompaña al sótano para abrir otra caja? ¿Por qué no te llevas a Lucía? Ella tiene mejor gusto. De eso precisamente quiero hablarle niño Perico, acompáñeme. Bajamos a la cava, el ambiente fresco y el polvo se metían en los ojos y olía a nostalgia.

Mire joven, los vi crecer a usted y a la niña Chía, les he dado de comer y a veces jugado con ustedes desde que eran así. Estiró la mano derecha y puso el índice en forma de garra. Desde que eran unos enanos, y he visto lo que pasa entre usted y la niña y pienso que debería poner un alto a tal pecado, imagínese, que va a decir dios, no joven, además sus hijos saldrían con cola de cerdo. Eso es un decir, eso no puede ocurrir, nadie nace con cola de cerdo. Sí joven, mire, mi prima Anastasía... Nada de eso Perlita, mira sé que estamos haciendo mal. La tome de las manos y le dije mirando su rostro añejo a media luz. Te prometo que esto terminará muy pronto. La besé en la mejilla y la abracé. Subimos. Carlos hacía un brindis celebrando su noviazgo con Lucía. Mientras yo imaginaba una escena en la que mis manos rodeaban el cuello de Carlos, un silencio se encerraba en las paredes. Lucía rompió esa ausencia de sonidos. Hermano, ¿No vas a decir nada? ¿Yo? Si tú, mi papá acaba de pedírtelo. Por ti Lucía, la mujer más hermosa del mundo, a quien seguiría hasta en el más duro viaje, te quiero; no, no te quiero, te amo, mucho. Se puso nerviosa, quizá pensaba que revelaría nuestro idilio y continué. Por todo lo que hemos vivido. Por Carlos, el idiota más grande del mundo, pero por más idiota que sea, no dejará de ser mi amigo y no lo digo de dientes para afuera. Por su brillante vida juntos, santé. Tomé todo el vino que había en mi copa y luego lo escupí.

Lucía salió llorando con gran desesperación. Yo me embriagué, salí al jardín con botella en mano y bebía de su cuello, aparecieron los fantasmas de la niñez, lloraba sentado en el pasto húmedo, bajo la luz de plata, soltaba unas lágrimas y bebía, entraba por más vino, pedía algún cigarrillo y volvía a salir. Alcohol, luz de plata, humo de cigarrillo, llanto. Luz de plata, alcohol, llanto, humo de cigarrillo.

Poco después, alienado por el alcohol, entré de nuevo, rodeé a una chica, Sofía creo se llamaba y le hablé de amor, la llevé a los limoneros y me insistí en quitarle la ropa, en descargar la pena entre sus piernas, ella decía. Quique, Quique, vamos a hacer bien las cosas, espera. Yo pensaba en Lucía, así que me detuve y me besó, suave, fríamente. Sus caderas fueron en un vaivén quemante, tan doloso que al terminar en su vientre, furioso, gemí en catarsis, al tiempo que Sofía dormía entre el pasto, esperaba que Lucía me pidiera una explicación de algo, lo que fuera, nunca la pidió. Desde entonces que no la veo, tampoco he hablado con ella a partir de ahí me consumo en miseria solitaria, cadáver ermitaño he de ser, al menos hasta que ella regrese.


S.P.

Layla, Julián Solo y Soul Power
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